Hay lugares que no se visitan… se sienten.
Este fin de semana Brihuega me recordó por qué me fascina perderme por nuestros pueblos: sus calles que cuentan historias, la gente que te sonríe como si te conociera de siempre y, por supuesto, esas puertas antiguas que me obsesionan desde que tengo memoria.
Qué suerte tenemos en España: miles de rincones esperando a que alguien los descubra. Y qué maravilla la iniciativa de Pueblos Mágicos de España, que trabaja para impulsar el turismo local y poner en valor lo auténtico.
Cuanto más conozco su proyecto, más me enamora. Porque distingue a esos lugares únicos, diferentes, con alma… auténticos pueblos mágicos. Si tienes un pueblo pendiente: ve. Y si no, búscate uno. España está llena de pequeñas joyas que te cambian el día… y a veces, la vida.
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