Contado por Super Gavi
Hola, humanos del mundo perruno y de más allá. Soy yo, Super Gavi, el héroe de cuatro patas, el que siempre mete la nariz donde no debe y sale oliendo a gloria (o a barro, depende del día).
Este domingo tuvimos gran planazo familiar: reunión con nuestros hermanos perrunos —Felipe, Nala, Yako, Kai, Lax, Lia… y alguno más que seguro se perdió por el camino, porque somos doce, ¡doce! Ya me dirás tú cómo haces para reunir a doce locos peludos sin que acabe alguien ladrando al vacío o cayendo a un charco.
También estaba la tía Bellatrix, que tiene nombre de bruja y cara de haber hecho tres travesuras antes de desayunar.
La humana llevaba días emocionadísima:
“¿Dónde vamos el domingo? ¿Eh? ¡A ver a los hermanos! ¡Siiiiiiiiiiiii!”
Y claro, nosotros cada vez más nerviosos, que cuando la humana se pone así, uno no sabe si viene una excursión o una vacuna.
Total, llegamos. Todo era felicidad, sol, pelotas volando, colas moviéndose y yo haciendo mi trabajo: supervisar el terreno, olfatear la hierba, saludar diplomáticamente a mis hermanos y asegurarme de que nadie tocaba mi pelota chilladora.
La humana babeando con la pequeña Vega, un bebé que hacía ruiditos, olía a helado y se estaba riendo todo el rato.
Pero entonces… sucedió el drama.
El protagonista: Electro Pedri, mi compi inseparable, la nubecita de chocolate, el niño bueno, el obediente, el que nunca rompe nada (bueno, casi nunca).
Resulta que el colega… se enamoró.
Sí, lo que oyes.
Y no de una pelota, ni de una chuche, ni de la cestita con la merienda…
¡Sino de nuestra hermana Nala!
Yo no sé mucho de esas cosas del amor, pero al parecer Nala acababa de pasar el celo y debía oler, según los entendidos, a pastel de carne recién hecho.
Yo, sinceramente, cuando hay pelotas de por medio no huelo otra cosa, pero mi hermano…
mi hermano entró en trance.
La miró…
le tembló el bigote…
y de repente tenía los ojitos con forma de corazón y la espada (así dice la humana) lista para la batalla.
Empezó a perseguirla por todo el campo.
Ella, enfadadísima, dándole mordiscos que ni un tiburón.
Y él, enamorado perdido, resistiendo con sonrisa tonta y mirada de telenovela:
“Nala, mi vida, aunque me muerdas, yo te amo…”
La humana, claro, se puso de todos los colores.
Primero intentó hablar con él como si fuera un filósofo:
“Pedri, por favor, piensa en tus decisiones.”
Luego ya pasó al modo militar:
“¡PEDRI, QUIETO!”
Y finalmente, al modo drama:
(Mano en tijera) “Como sigas así, pasas por quirófano.”
Yo no sé muy bien qué es quirófano, pero suena a sitio donde te quitan las ganas de flirtear para siempre.
Desde entonces, Pedri está triste.
Piensa en Nala, suspira, y yo creo que escucha baladas en su cabeza.
La humana lo vigila con cara seria, y yo… yo solo pienso en que donde estén las pelotas, que se quite el amor.
Moraleja, amigos peludos:
no os enamoréis, y mucho menos de vuestra hermana.
El amor trae drama, mordiscos… y tijeras.
Fin.
Comentarios
Publicar un comentario