-Sí, yo soy un caballero. Primero la inspección, luego la diplomacia. El problema es que no todos los perros tienen modales… algunos chillan nada más vernos y entonces la humana nos llama rápido, como si estuviéramos a punto de asaltar un banco. Y a veces no es el perro, ¡es el humano el que chilla! Entonces nuestra humana pone esa cara… ya sabéis, esa cara que empieza en “rosa claro” y se convierte en “rojo volcán en erupción”. Y ahí pensamos: “adiós mundo cruel, que viene el que te follen de manual”.
-Y es que la humana nos está enseñando una cosa muy seria: autoestima. Que en idioma perro se traduce en:
“si no quieres jugar conmigo, pues que te follen”.
“si no me acaricias bien, pues que te follen”.
“si me gritas sin razón, pues que te follen”.
-Exacto. Porque saber poner límites es tan importante como saber sentarse para que te den premio. No es enfadarse, es simplemente decir: “oye, yo me respeto y no me dejo pisar el rabo”.
Así que, queridos humanos: si alguien os molesta, si alguien no os respeta, o si alguien quiere chuparos la energía como si fuerais hueso de jamón… haced como nosotros.
Ladráis un poquito, os dais la vuelta y con elegancia pensáis:
“Que te follen”.Y seguís corriendo felices por la pradera.
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