Suscríbete

No, no es una pataleta. Es mi opinión. Y soy profesional.


El otro día tuve una discrepancia con un cliente. Una conversación difícil, de esas que surgen cuando trabajas con compromiso y criterio. Le expuse mi punto de vista con claridad y firmeza.

Y me dijo que estaba teniendo una pataleta.

Una palabra diminuta, pero cargada de condescendencia. Una forma elegante de intentar invalidarme. De reducir mi experiencia y mi autoridad a un “berrinche”.

Tengo 45 años. Y no soy una niña.
Soy una mujer con carácter. Con experiencia. Con cicatrices.
He tomado decisiones difíciles, he liderado proyectos, he sostenido a otros mientras construía mi propio camino. Y lo he hecho con la cabeza alta, porque me lo he ganado.

Estoy cansada de que nos llamen “mandonas” por liderar.
Que se nos diga que “somos intensas” por implicarnos.
Que insinúen que llegamos donde estamos por ser “agradables” a la vista.

No fue una pataleta. Fue mi voz.
Y a veces, nuestra voz molesta. Porque incomoda lo que no se puede controlar.

A todas las mujeres que se han sentido silenciadas, subestimadas o etiquetadas:
No bajéis el tono. No pidáis perdón por tener carácter. No os minimicéis para encajar.

Ser mujer y tener voz no es una amenaza.
Es una revolución diaria.

Comentarios