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Los cachorros en el Tabayon de Mongayu


 🎒Día 20 en Asturias

Diario de Electro Pedri, cachorro eléctrico

Hoy la humana nos ha llevado al bosque. Según ella, era “encantado”. Según nosotros, era más bien empinado, húmedo y lleno de ramas que se pegan al culete. Pero bueno, confiamos. Más o menos.

Resulta que cuando la humana pisa Asturias, se transforma. En vez de hablar normal, empieza a contarnos cuentos todo el rato. Que si las xanas (hadas asturianas, por lo visto) viven cerca del agua, que guardan tesoros y cambian niños por piedras... ¡A ver, señora! ¿Nos ve cara de bebés? ¡Tenemos 10 meses y calle!

El bosque susurraba, decía ella. A nosotros nos susurraba el viento, que por cierto, venía genial para refrescarnos y movernos las orejas como banderas. La humana decía:
—“Escuchad... el bosque tiene historia, os está hablando…”
Y nosotros:
—“Sí, sí, lo que tú digas, pero ¿el oso ese del que habláis de verdad ha pasado por aquí?” Porque yo, si viene un oso, tengo clarísimo lo que haré: ¡me subo a la humana y que se las apañe ella! Yo soy de ciudad. De autoctono, cero patatero.

Después de tres horas de caminata (con la humana resoplando como un dragón asmático), llegamos a una cascada. Y ahí, sí, flipamos.
Una pedazo de caída de agua que parecía sacada de un anuncio de champú. Gavi y yo nos quedamos mudos (raro en nosotros), como si hubiéramos descubierto el WiFi del bosque.

Y entendimos algo: no era solo llegar, era el camino. La magia no estaba en las xanas (que siguen sin convencernos), ni en los cuentos. Estaba en ver a la humana emocionada, en correr entre helechos, en descubrir juntos.

Aunque... si las xanas dan premios a los perros valientes, nos ofrecemos de embajadores oficiales. Pero que no cambien niños por piedras, eh. Mejor que cambien humanos por premios pata negra.











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