La soledad de Dios
era infinita,
en su grandeza
inmerso,
parado en un instante
sin fronteras
sin transcurrir el
tiempo.
Y Dios quiso salir de
su pereza,
y soñó mundos,
el que llamamos
Tierra
y los otros planetas.
estrellas y cometas.
Y soñó el Sol.
En el planeta Tierra
soñó mares y ríos,
árboles y caminos.
Mas transcurría el
tiempo,
que él empezó a
contar;
se hacía viejo
y seguía solo.
Y entonces fue más
lejos,
y soñó al hombre,
y soñó la palabra,
la tristeza, el
dolor,
la risa y la alegría,
y paso el tiempo…
Los humanos sufrían,
gozaban y reían,
mas le echaban la
culpa
de todas sus
desgracias
y Él lo sabía,
y le insultaban
y maldecían.
Y Dios se cansó un
día
de oír las súplicas,
los ruegos y las amenazas
y fue más lejos,
y se hizo hombre,
y olvidó el Cosmos
y nos dejó a nosotros
a la deriva.
Y Dios debe andar por
esos mundos,
feliz e irresponsable,
soñando que fue Dios,
sin llegar a
enterarse…
María Teresa García Arribas.
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